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Listado de libros > Mitos y leyendas de nuestro pueblo, Archidona | Índice de este libro | Instrucciones | Redactar Mitos y leyendas de nuestro pueblo, Archidona
Cuenta María: mi padre me dijo que fue la mala suerte y yo digo que fue una equivocación por parte del ludópata de mi padre.
Mi padre jugaba fuerte, era casi un profesional cada vez estaba más tiempo y más enviciado con las cartas. Una noche, serían las tres de la mañana, se presentó en mi casa con unos hombres, mi padre pegó en mi cuarto y me despertó. Se sentó en el filo de mi cama y me dijo: - María, estoy en una situación bastante embarazosa. Mi padre no sabía ni como empezar - Habla ya, papá que me asustas ¿qué te pasa? le pregunté -Aquí hay un hombre que quiere acostarse contigo. Pero... si tu no quieres no tienes por qué hacerlo. -¿Porqué me pides eso?, No entiendo nada, ¿cómo es posible?. - Sí, hija, es que te he jugado en una partida de cartas y he perdido. - ¿Qué tú me has jugado y has perdido y tú me dices que yo me acueste con alguien aquí y ahora?. - Sí, María, eso es. Mi padre siguió contándome. María ya lo había perdido todo - continuó -, pero tenía unas cartas en las manos con las que seguro tenía que ganar aquella mano. - Como no me quedaba dinero me tiré y me di por perdido, pero uno que estaba detrás mirando me dijo que recogiera las cartas que él me prestaba lo que me hiciera falta. Y ¿cómo té pago? - Le pregunté. Al oído me dijo que yo tenía una hija muy guapa. Me entraron ganas de romperle la cabeza, pero como estaba seguro de que iba a ganar acepté. Y pensé cuando gane te pagaré y te partiré la cara. Y no ha sido así, he perdido - me dijo mi padre lloriqueando -. Yo no daba crédito a lo que estaba pasando. ¿Cómo mi padre se había jugado a su hija a la que el más quería en una partida de cartas?. Le vi tan afectado que me dio pena de él. ¿Y el ganador esta aquí? -Si esta esperando para cobrar. - Dile a ese hombre que pase y así saldas pronto tu deuda - le dije-. Salió mi padre de mi habitación y apareció en la puerta de mi dormitorio un hombre alto, fuerte y no mal parecido, de unos cuarenta y pocos años, cerró la puerta tras él. Aún recuerdo el olor a tabaco y sudor que desprendía, ¡no se podía soportar!. En aquella época se decía que el hombre debía oler a sudor, a tabaco y a vino, y que el que olía a limpio o a colonia era de la acera de enfrente. Aquel hombre, no cabía la menor duda, que era un macho, pero también era un puerco. - Pase y cierre la puerta - le insinué -. Está ya cerrada -. Bueno quítese la ropa si quiere usted cobrar lo que mi padre le debe. Pero este mundo está lleno de sorpresas y de gente con buen corazón. - Me llamo Ramón y quiero que sepas que lamento esta situación y que no me podía imaginar que las cosas se complicaran de esta forma. Nunca pensé que tu padre iba a perder con las cartas que tenía, era imposible perder. Sé que tu padre lo esta pasando mal, mira María se me ocurre una cosa, porque tú te llama María ¿no? Sí, mira con las manos movemos la cama y para que los de fuera escuchen las panochas y los muelles y piensen cuando escuchen el ruido, que yo estoy cobrando la deuda, que tu padre tiene conmigo, porque todos saben de lo que se trata. Y de esa manera tu padre no se siente ofendido y yo no tengo remordimientos de conciencia. ¿Qué te parece María? ¿Te gusta la idea? – Sí, está bien, así engañamos a mi padre y a sus amigos, que estarán esperando fuera que le cuente como ha ido todo. No obstante quiero que sepa usted que yo pienso que con ese gesto es usted un caballero. - Mi idea es que todos crean que he cobrado y de camino le damos un escarmiento a tu padre. |
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