Anécdotas IES Luis Barahona de Soto

Las anécdotas que recuerdo de mi época de estudiante en el Instituto Luis Barahona de Soto de Archidona son las que nos ocurrieron a mis compañeras y a mí en algunas de las clases durante el bachillerato. Años después, y con motivo de posteriores visitas al pueblo, las hemos referidos entre nosotras. Seguro que algunas de ellas recordarán las mismas que yo y hasta es posible que sus historias sean más fieles a la verdad que las mías. No hay que olvidar que las cuento tal y como mi memoria las quiso recordar.
Estábamos a final de segundo curso de Bachiller Elemental (1965-1966); el mes de junio y un examen de ciencias. Nuestra aula era, entrando por la puerta del Instituto Femenino y subiendo las escaleras, la primera clase a la izquierda. Debían ser las cuatro de la tarde, hacía mucho calor, las mesas de las alumnas eran individuales y nos sentábamos por orden alfabético. El profesor repartió los exámenes y en pocos minutos se sentó en el balcón abierto, a tomar un poco el fresco. Se dejó caer hacia un lado y en poco tiempo notamos, incluso a través de las gafas de sol, que se había dormido. La mitad de la clase, diagonalmente, quedaba fuera de su campo visual. A todas nos entró el nerviosismo de querer hacer el examen lo mejor posible y empezamos a sacar los apuntes o el libro y a buscar las respuestas a las difíciles preguntas que teníamos delante. Todas menos una, que en el centro de la primera fila, llamándonos a todas y casi de pie, nos decía:
- ¡Niñas, decidme!
No era capaz de copiar.
Aún la sigo poniendo como ejemplo de honradez cuando tengo oportunidad de tratar el tema “copiar en los exámenes” en las clases que doy a mis alumnos.