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Listado de libros > Hechos reales | Índice de este libro | Instrucciones | Redactar Hechos reales
Daban las dos de la madrugada, vísperas de Semana Santa. Era una madrugada fría, de las que hacen algunas noches por esas fechas en Archidona cuando sopla algo de aire frío del que llamamos -El granadino-.
Tenía yo doce años y ya con esa edad estaba de aprendiz de barbero. Debía ganar algo de dinero para mis gastos y si podía coger propinas me vendrían bien estrenar alguna ropa o zapatos el Viernes Santo. Tenéis que saber que en Archidona en el año 1.952 existían once barberías, porque lo de llamarle peluquerías de caballeros llegaría años después. Las nombraría todas, pero algunos de ustedes que lean esto sabrán bien los nombres y en las calles que las que estaban situadas. Pues bien, todas comían, o por lo menos estaban abiertas al público. En el pueblo de aquel tiempo tanto los barberos como una mayoría de personas tenía no pocas necesidades, se vivía mal y en algunas casas hasta se pasaba hambre. En cada casa había una bombilla y por esa se pagaba, pero algunas le ponían un ladrón y un cable largo y ya se tenían la luz en donde a uno le hacía falta. La mayoría de las barberías estaban casi todo el día vacías y entraban pocas personas, los hombres estaban en el campo. En aquel tiempo en Archidona había muy poco paro y el que no iba al trabajar al campo (que era lo que había) se le tachaba de vago y el que dirán, algo que sobre una persona pesaba mucho. Pero decía que casi todo el día los barberos estaban leyendo el periódico o jugando al dominó en la taberna de la esquina, porque el nombre de bar, también llegaría años después. Pero cuando las personas llegaban del campo y ya entrada la tarde, pedían pelado y afeitado. Todas las barberias cuando tenían más trabajo eran en vísperas de la feria o en vísperas de la semana santa y en ocasiones algunas estaban o tenían clientes hasta altas horas de la madrugada. Decía al principio que una madrugada el tema de conversación que había en la barbería era el de muertos y derivó en ahorcados, uno decía: Fulano de Tal estaba así y tenía ... y yo, como aprendiz lo único que sabía era enjabonar al cliente y el maestro lo afeitaba, pero en una ocasión me rindió por un momento el cansancio de estar tantas horas de pie y de estar con la brocha en la mano, me estaba quedando como adormilado, mi maestro que se dio cuenta me dio un grito y me metió un empujón en mi hombro. Pasé tanto susto que tiré la brocha que dio en el espejo y salí corriendo de la barbería y no paré hasta que llegué a mi casa. Recuerdo todavía que la curva de la esquina la tomé en una pierna. |
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