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Vacaciones en Archidona

  • Un trozo de pastel

La cueva que se abría a nuestros pies parecía un enorme bostezo de la montaña. Su aliento era frío y húmedo. Decidimos entrar sólo un poco, a ver qué pasaba. Cuando nuestros ojos se acostumbraron a la oscuridad pudimos apreciar unos extraños dibujos en la roca. Al acercarme pude comprobar que eran retratos de mi abuela con edades distintas.
¿ Has visto, Felipe? ¡ Es mi abuela! Pero lleva una ropa muy rara. ¿Felipe? ¡ Felipe, por favor! ¿Dónde estás? ¡ No me dejes sola aquí dentro, que me da susto!
Mi voz sonaba rara. Ya no había eco. Ni dibujos, habían desaparecido. Me envolvía una luz muy rara que no me dejaba ver nada. De pronto, el suelo desapareció bajo mis pies y caí rodando, rodando, durante mucho tiempo. No me dolía nada, no sentía nada. Pero no podía respirar, me estaba ahogando. Intenté gritar, pero no podía. ¡¡¡¡Aaaaaaaaahhhhh!.
En ese momento mi tía entró en la habitación, sobresaltada.
Tranquila, no pasa nada. Ya está. Sólo ha sido un mal sueño. Shhhhh. Ven que te abrace.
Era la abuela con una ropa muy rara en la cueva y ... y ... y Felipe ya no estaba y me caí y...y...
Ya, mi amor, ya está. No es nada. ¡ Estás sudando como un pollito! Toma un buchito de agua, verás qué bien te sienta. Así. ¿ Mejor?
Sólo pude asentir con el susto todavía en el cuerpo y la respiración acelerada.
Tita, ¿ me dejas dormir esta noche en tu cama?
Anda, anda. Si tú ya eres una niña muy grande.
Y yo con un hilillo de voz:
Bueno, pero quédate una chispa conmigo.
Tú sí que estás hecha una chispa. Anda, duérmete, que yo me quedo aquí un rato contigo.
Tía Micaela es la mejor tía del mundo. Cuando me levanté por la mañana me había calentado un vaso de leche con coscurros. Qué rico estaba.
Si quieres luego hacemos un pastel de esos que a ti te gustan y le le llevas un trozo a tu amigo Felipe, que ya se te aparece hasta en sueños.
¡ Es verdad, ya no me acordaba!
Me faltó tiempo para ir a casa de Felipe. Lo malo es que me abrió su tía. Qué rara es. Siempre de negro y con el moño hinchado. Yo creo que le duele la barriga y que por eso está siempre enfadada.
Buenos días, le traigo un pastel a Felipe que ha hecho mi tía Micaela.
A Felipe lo que le hace falta es comer buenos potajes.
Bueno, pues para después del potaje.
Qué niña más impertinente. ¡ Felipe ! Ven acá pacá. Como te comas el pastel antes de merendar te meto un metío que te vas a enterar. Y te quiero aquí enseguida que tenemos que rezar el ángelus.
Felipe y yo salimos corriendo antes de que se arrepintiera. En cuanto llegamos a la plazoleta le conté a todo meter el sueño que había tenido. Al principio no paraba de reirse, pero de pronto me miró muy serio y me dijo que a él en la vida se le ocurriría dejarme sola, y que no se me olvidara nunca.
Jamás se me olvidó.

 

 

 

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